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Repitiendo

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Un espejo que se muerde la cola, una serpiente con escamas refractantes. Y cada escama es un fragmento, un dolor, una muerte, un amor, un verano. Para hablar no hay que saber, hay que decir. Total, no hay ninguna verdad al final del arcoíris, nada que se nombra puede tocarse, puede doblarse, desarmarse o rearmarse, pero no está allí, ni siquiera es aire, si no estoy, lo que se nombra no es nombrable. Entre los fragmentos, y la lumina ilusión veo en cada grieta un mar interno agitado, como un mar de sudestada, álgido, fuerte, ruidoso, moviente. Aunque a veces, la creencia absorbe a la sorpresa y el sentido se adueña del sentir. Cada refracción es un disfraz, una excusa, una mentirosa verdad, una pequeña muralla donde rebota cada palabra, cada mirada. Rompo mi piel y la abandono cada tanto, me llama un aroma, el tacto de otra piel, me hacen desprender de esa cáscara radiante los abrazos, las angustias, los besos suaves, las caricias. Me escapo sin miedo, abandono la cáscara por algo nuev

Crear un mundo

Se conmueve el tiempo, extirpan el dolor tus manos suaves. Se rompen las cadenas de las tristes soledades. Te veo aquí, quiero convertir el instante en eterno, estirar el tiempo, construir un mundo, andan por los laberintos de tu mano. Hacer un camino, ir por los bordes, las orillas. No me asustan los precipicios, ni los océanos, ni las serpientes, menos aún las manzanas. Vivir el amor, apostar al pleno más incierto. No dudo, porque sé. Acariciarnos, para perdernos, para encontrarnos entre puntos y comas, entre palabras que no rozan siquiera el amor e intentan decirlo. No hay como nombrarlo, basta con sentirlo, basta con andarlo. Crear un mundo, que no sea un mundo ordinario, que no sea un mundo de cartón, ni de plástico, que sea vivo; que sea de robles, de flores, de montañas, de lunas, de mares; que sea un mundo con alma, con canciones, con poesía. Que haya tormentas, siempre hay tormentas amor. Que nos encuentren abrazados, mojados, que nos tiemble el alma y aunque no pare de llove

tristeza

Nadie me había dicho nada, lo supe por un amigo, que era más familia que los otros. Sabía que era en alguna parte por Blandengues al 300. Lo primeo fue bajar en una panadería y conseguir algo dulce como a él le gusta. Ya imaginaba cómo lo encontraría. Se ponía nervioso con los cambios y disfrazaba la angustia con mal humor. Me acuerdo cuando volvía de hacer las cobranzas de ese negocio de electrodomésticos de mala muerte, donde todo era irregular. Llegaba cansado, entraba el 125,cerraba el portón, entraba con su llavero colgado del pantalón y un bolsito en la mano. A penas entraba besaba a mi abuela, era digno de ver, un beso en los labios, decía tantas cosas para mí. Yo lo esperaba con el tablero de ajedrez ordenado, las blancas de su lado, las negras del mío. -Hola Nico, un beso y dejaba el bolsito en la mesa, las llaves en el centro y el atado o los atados de puchos con el encendedor, daba media vuelta y a la pieza.  Siempre creí que no soportaba más la ropa, lo agobiaba el calor

Oliveriando en Girondo (sin tranvía; en el colectivo)

Las veces que estoy autista, austero, autógeno, automovilístico. Las veces que me eclipso, me pauso. Las veces que decrezco, deprimo deprisa. Las que los besos versan brillos vulnerables. Las veces que exploro, exploto y explico. Las veces que masco, que debo. Las veces que escribo, escrutando palabras encriptadas. Las veces que muero, que mordisqueo, que martillo. Las veces que veceo veraces verborrágicos versos. Las veces que te veo, las veces que te encuentro. Las veces que te leo.  eNeCe eNeCe

El último grito

Borrosos rostros secos. Crujientes narices rotozas. Perplejos tímidos desgarran rotos trozos de sueños gastados. Los imbéciles no dan cuenta de su humanidad. Los que abanican desplegando un viento sagrado se ríen de los despistados. Los estómagos rugen. Los ancianos ansían el final. Las cabezas adornan cuerpos. Los cuerpos deformados por la mano aj ena se repiten a lo largo del paisaje. El óxido carcome los buques, naufragan y los marineros se lanzan a las aguas congelantes sin salvación, sufren enfriando los trozos de carne quebrajados, moviendo sus huesos astillados. El sol quema hasta el dolor de los callejeros. Seis o siente rescatan fuerzas para levantar la última pancarta, el último reclamo entelado, el único anhelo de hoy, de siempre; exclama: ¡DEJEN MORIR!. eNeCe

envenenandonos

¿Qué decís del viento?¿Y que tanto romper las pelotas con eso de que uno se despeina?. ¿No sentís la sal en los bronquios?, ese húmedo intenso aromamuerteportuario. Yo entiendo lo acaramelado de los bosques, siento la luz en el rostro atravesando las ramas de los árboles y escucho las hojas caer con ese raspar sobre los troncos. Pero, ese pero, acá esta la espumarenada de las costas. Ese viento, ese con su inferno silbido constante, ese diabólico, gritando como loco en la esquina. Este el paisaje del pozo hondo, de la tierramalonalfondo. Veo bajar por la loma, tiembla el sueloroca, y el polvo muerdo, muerden todos el polvo. ¿Qué es eso de tener que andar engominado?, sin brillo dirás, gomina y bahía es empaste y eso es de lo nuestro. Tenemos nuestro infierno en este pozo y el diablo somos nosotros mismos. Cada uno, cada olvido. Chau al ancestro y hola nueva inmundicia química. Veo en la noche al baja por el napostá, cerca de su desembocadura, una de nubes rojoamarillentasveneno. Qué