Repitiendo
Un espejo que se muerde la cola, una serpiente con escamas refractantes. Y cada escama es un fragmento, un dolor, una muerte, un amor, un verano. Para hablar no hay que saber, hay que decir. Total, no hay ninguna verdad al final del arcoíris, nada que se nombra puede tocarse, puede doblarse, desarmarse o rearmarse, pero no está allí, ni siquiera es aire, si no estoy, lo que se nombra no es nombrable. Entre los fragmentos, y la lumina ilusión veo en cada grieta un mar interno agitado, como un mar de sudestada, álgido, fuerte, ruidoso, moviente. Aunque a veces, la creencia absorbe a la sorpresa y el sentido se adueña del sentir. Cada refracción es un disfraz, una excusa, una mentirosa verdad, una pequeña muralla donde rebota cada palabra, cada mirada. Rompo mi piel y la abandono cada tanto, me llama un aroma, el tacto de otra piel, me hacen desprender de esa cáscara radiante los abrazos, las angustias, los besos suaves, las caricias. Me escapo sin miedo, abandono la cáscara por algo nuev