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Mostrando las entradas de octubre, 2016

Sin receta

Primero: mirarse en el espejo, ver la cascara. Rascar lentamente, sentir como se desarma, como oscurece, como arde. Hurgar en la incertidumbre, descubrirse muerto en los trozos que caen. No huir despavorido, saberse muerto, desgarrarse lentamente, no temer. Mezclar todos los sentires. Cuando se encuentre con el mismísimo dolor, gritar si es necesario, gritar a gusto, hasta que tiemblen los bronquios. Una vez que haya sentido demasiado, no habrá alivio, la muerte no se ha ido. No temer, es el punto justo de la cocción donde parece que todo termina. Recién empezamos. El tiempo era para la preparación, ya no lo contemos, es todo lo que quedó: Tiempo. La presencia de la muerte se hará constante, más vale el tiempo. Ahora amar, amar el tiempo, vivirlo, hundirse en la vida. Saborear cada rincón, incluso masticar las semillas, lo crocante, lo que queda, lo suave, las migas. Posar la pimienta sobre la lengua, que pique, no tema a que las lágrimas humedezcan los pómulos. Nada va a saciar el ham